por
Alejandro
Roque Glez
(Edición 2012
©)
CONTENIDO:
-Introducción.
-¿Y cuándo será el Fin?
-Bebed y embriagaos, y vomitad.
-Es ahora, en lo postrero de los tiempos.
-Una destrucción de repente.
-Y vienen Yahweh, Yahvé, Yavé, Jahvé y Jehová.
-Acerca del autor.
INTRODUCCIÓN
Era tiempo de manifestarse la ira de Dios, y
aprovechando esta circunstancia local y similar que estaban viviendo, el Espíritu
Santo hace transportar proféticamente en su discurso al profeta Jeremías y
éste se remonta a 2600 años adelante, a nuestra época, al final de los tiempos.
Solo una guerra termonuclear puede alcanzar a todos los rincones del globo
terráqueo, como se nos profetiza aquí.
El profeta Isaías, vemos igualmente aquí, nos
anuncia un “Dia” de grandes lamentos; según él, las personas buscarán la muerte y no la hallarán; es decir, el sufrimiento
es inevitable (Apoc 9:6). Habrá un caos total en el mundo acompañado de
desastres naturales (Apoc 8: 7-13; Is 13: 9-11) por lo que correrán de
un lugar a otro—como nos indica la cita del profeta Isaías que
analizamos—buscando en vano un hueco y sitio seguro donde esconderse.
Dios a través de todas las centurias se ha hecho escuchar,
usando para ello a sus profetas y seguidores; aún desde la mismísima Creación (Gn
3:15). ¿Coincidencias? Nunca ha cesado de rememorarnos esa cita ya cercana:
“He aquí, vino y fue, dice el Señor Yahweh: este es el día del cual he
hablado” (Ez 39:8).
Saludos cordiales,
ARG.
¿Y cuándo será el Fin?
Desde tiempos remotos y a través de muchas
culturas y pueblos los humanos han estado conscientes que la humanidad por si
sola—sin abrazar al Creador de la
vida—de una u otra forma terminarían siendo la trampa de su propio destino,
aniquilándose mutuamente una vez que lograran crear la capacidad destructiva
necesaria para borrar de sus suelos, a los homo-sapiens en cantidades
significativas.
Para aquellos que escudriñan las Sagradas Escrituras bíblicas,
especialmente los profetas hebreos de la antigüedad, pueden diferir en la
interpretación de un acontecimiento que—aunque tendrá efecto—le parecería a uno
u otro en diferentes matices, o podría tener lugar en una cronología distinta.
Por citar un ejemplo: el levantamiento de la Iglesia de Cristo en su venida; sin embargo, lo que sí ninguno esta
en desacuerdo es que el Final de los
Tiempos comenzó oficialmente alrededor del año 1948 cuando se creó el
Estado de Israel, y el pueblo hebreo canalizaba un nuevo amanecer, con el
retorno de un grupo de sus hijos a la tierra que Yahweh Dios prometió a su amigo Abraham, entonces visiblemente bajo
los auspicios de la mayoría de las naciones signatarias en la Organización de
las Naciones Unidas (ONU).
Una vez que compartimos esa realidad,
veremos otra que se suma al análisis; y es que solo entonces la humanidad fue
capaz de crear ese poder destructivo para auto aniquilarse; a partir de este
cumplimiento profético significativo que había comenzado extraoficialmente
desde 1917 después de la histórica Declaración de Balfour, referente al regreso de los hijos de Israel
a su tierra.
¿Coincidencia? Lo cierto es que cuando
Hiroshima y Nagasaki hervían bajo un poder nuclear limitado, el mundo
pudo—gracias a la reciente expansión cinematográfica—observar lo que para muchos
era imposible: que el humano intentara usar armas de destrucción masiva en
contra de su propio género. Desde entonces miles de ojivas nucleares han sido
creadas e instaladas en cohetes balísticos con diseños cada vez más
espeluznantes. Las armas destructivas no se encierran solo en la clasificación
nuclear, y de nada vale que nos convirtamos en andábatas—gladiadores que se
cubrían los ojos antes de cada asalto—para no observar que ellas se han
extendido a todos los niveles: armas químicas, biológicas, radiológicas,
combinación de todas, además de que las armas convencionales usadas en
cantidades desproporcionadas infligen un golpe similar, en caso de
conflagración mundial, originando gases que harían de la vida humana un
infierno terrenal.
¿Puede el hombre reconocer el tiempo en que
vive analizando las profecías bíblicas? Sí…y sí.
Lo que ocurre es que durante años se
hicieron predicciones basadas unas veces en el narcisismo de un líder
sectario-religioso, u otras con las mejores intenciones pero sin analizar en
conjunto todas las Escrituras
proféticas bíblicas que de por si ofrecen un cálculo matemático generacional.
El calendario humano, ya sea Juliano, Gregoriano, y otros conocidos—y no
conocidos—que han sido usados en la historia han tenido alteraciones
significativas, pero así y todo es algo que la Divinidad sabia una vez que Dios decidió—usando a esos profetas
hebreos—abrirle al hombre una pequeña ventana política hacia su futuro
inmediato (comparándolo con la eternidad), con la idea de hacerle entender que
no estaba aislado en este vasto infinito, y que existe un Plan de Redención universal.
Contrario a lo que muchos creen, una guerra
nuclear es posible sin desaparecer al planeta; sin embargo, la Tercera Guerra Mundial será devastadora,
exterminando la tercera parte de la población mundial y creando un caos
apocalíptico de proporciones inimaginables hasta el momento; destruyendo las
sociedades e infligiendo sufrimientos y tristezas jamás conocidas; solo la
intervención del Creador—como
finalmente ocurrirá—podrá frenar esa total auto destrucción contra la raza
humana.
Recientemente conversábamos con un amigo
sobre el estado irracional pero utilitario del genero animal mientras
analizábamos diferentes especies; sin embargo, cuando lo comparamos con el humano,
no existe en la historia de la vida alguna especie que pueda sobrepasar al
homo-sapiens como el más destructor, vicioso, manipulador, ambicioso y sediento
de poder absoluto, aún cuando se cataloga como racional, pues fue creado a
imagen de Dios, y es ahí cuando regresamos al jardín del Edén y vemos las
consecuencias no solo del pecado, sino el de habernos hecho conscientes de él
una vez que decidimos construir nuestro castillo de naipes separados
altaneramente de ese amadísimo Creador.
El creer valernos por nuestras propias capacidades—de espaldas a Dios—con
nuestras religiones seculares humanísticas, o cultos elaborados desde una
dimensión demoniaca, han hecho creerse al humano orgullosamente que es su
propio dios, y su gran ego no ha encontrado el balance y restricción que solo
le puede proveer la Palabra de Dios; así
y todo con grandes obstáculos a transitar.
La historia humana que solo ha conocido
conflictos tras conflictos, violencias tras violencias, envidias tras envidias,
abusos tras abusos, imposiciones tras imposiciones, hambres tras hambres,
enfermedades tras enfermedades, y manipulaciones tras manipulaciones, es un
testimonio imparcial que convencería al más irracional o escéptico. Con la
excepción de un corto período después de la Segunda
Guerra Mundial, nuestro planeta y su historia jamás han conocido justicia y
paz duradera.
Es una tarea tan impredecible como la
crioscopia, el querer determinar el día y la hora en que la Redención humana tendrá lugar. El propio
Jesucristo aclaró que el día y la
hora descansaba en el conocimiento y seno de Yahweh, y ni él mismo—como Unigénito
del Creador—lo sabía; sin embargo el tiempo y los acontecimientos sí. Y es
el mismo Señor quien no cesó en su ministerio profético anunciándole a sus
seguidores constantemente de que debían estudiar las Escrituras de Daniel y los profetas, así como estar atentos a las
sucesiones de hechos que ocurrirían en el transcurso de la historia final.
Estando sentados en el monte de las Olivas
sus discípulos le preguntaron: “Dinos,
¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?”
(Mateo 24:3); porque ello era una
constante en el discurso del Señor Jesús, conociendo la historia humana y la
importancia del establecimiento del Reino
de Dios, reino de paz, armonía y vida eterna. El no solo les dijo que
analizaran a los profetas, mencionando a uno de ellos—Daniel—sino que también
les aseguró que el tiempo sí sería del conocimiento de sus hijos y discípulos;
afirmándonos en la parábola de “Las diez
vírgenes”, que debíamos perseverar, analizar el mundo, y velar por ese gran
día.
¿Entonces podemos conocer el tiempo de su
venida? Sí.
Jesucristo les advirtió que la Tercera Guerra Mundial sería dolorosa (Marcos 13:19); cual aflicción que jamás
el mundo ha conocido, y ni siquiera habría una semejante después, haciéndola
única e irrepetible en la historia humana; pero entendamos esa sentencia,
diciéndonos que hay un “después”
abierto para aquellos que le creyeron. El Señor seguidamente en el pasaje les
proporciona la seguridad de que aquella generación—la nuestra—que estaría
viviendo esos días, una vez que se acercaran estarían al corriente de los
acontecimientos si conocían las advertencias bíblicas, y para ello lo asemeja
con una higuera que está a punto de florecer: “De la higuera aprended la semejanza: Cuando su rama se enternece, y
brota hojas, conocéis que el verano esta cerca. Así también vosotros, cuando
viereis hacerse estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas”.
Sí, estimado lector, no os dejéis arrebatar
la esperanza cercana por aquellos que os dicen que no hay forma de saber sobre
los acontecimientos previos a la Redención
humana. El Verbo de Dios encarnado
nos lo hizo saber; que sí, examinando cuándo las profecías y cosas escritas
comenzaran a materializarse ante nuestros ojos; y hoy son más alarmantes que
nunca, en un mundo que se lanza una vez más a la conquista humanística de
la globalista torre de Babel.
En ocasiones los acontecimientos mundiales,
como hemos afirmado anteriormente, ocurren lentos y con gran terquedad por así
decirlo; otras veces como en el presente año 2011 navegan velozmente. Es por
esto que a veces las fechas generales para los estudiosos de las profecías
tienden a ser equivocadas, pero lo que sí es cierto es que estamos en el Final de los Tiempos y que los
acontecimientos previos al Advenimiento
prometido están ocurriendo frente a nuestros ojos y al descubierto; sin
embargo, sofisticadamente enrarecidos con una atmósfera dialéctica y así
aparenten causas obvias de la interacción humana en nuestras sociedades y
sistemas. Pero no y ten presente, nos encaminamos a las últimas escenas
profetizadas en relación con lo anunciado por los profetas hebreos, seguido por
un sistema divino y reino donde “el efecto
de la justicia será paz, y; y la labor de justicia reposo y seguridad para
siempre” (Isaías 32:17). ¿Te
anima hacerte amigo del Dios de Abraham, el patriarca que decidió llevar una
vida sencilla, aún siendo rico? Jesús nos proveyó con la respuesta adecuada
cuando aseguró:
“Yo
soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Bebed y embriagaos,
y vomitad.
“Y a todos los reyes de aquilón, los de cerca y
los de lejos, los unos con los otros; y a todos los reinos de la tierra que
están sobre la haz de la tierra…Les dirás pues: Así ha dicho Yahweh de los
ejércitos, Dios de Israel: Bebed, y embriagaos, y vomitad, y caed, y no os
levantéis delante del cuchillo que yo envío entre vosotros…No seréis
absueltos: porque espada traigo sobre todos los moradores de la tierra…Y serán
muertos de Yahweh en aquel dia desde un cabo de la tierra hasta el otro cabo;
no se endecharán, ni se recogerán, ni serán enterrados; como estiércol serán
sobre la haz de la tierra”.
(Jeremías 25: 26-33)
Era tiempo de manifestarse la ira de Dios, y
aprovechando esta circunstancia local y similar que estaban viviendo, el Espíritu
Santo hace transportar proféticamente en su discurso al profeta Jeremías y
éste se remonta a 2600 años adelante, a nuestra época, al final de los tiempos.
Solo una guerra termonuclear puede alcanzar a todos los rincones del globo
terráqueo, como se nos profetiza aquí.
Nótese que la guerra es de unos contra otros,
abarcará a todo el planeta. No está hablando solo de Jerusalém, sino de los
gentiles. Todas las gentes; y le dice claramente al profeta “Tú pues
profetizarás a ellos todas estas palabras” (v.30). El pobre hombre
de Dios ya estaba adolorido y sufrido de ser portador de malas nuevas para su
pueblo y naciones; sin embargo, le era imposible y prohibido—por el Espíritu
Santo—de callar el mensaje de Dios, y con ello ver si una pizca al menos de
arrepentimiento, pudiera ser vista entre las naciones. ¿Qué ha sucedido? No
existió ni ha existido, en toda la historia de la humanidad, ningunas
generaciones que han ignorado a Dios, confiados en su tecnología y soberbias,
tanto más que las nuestras, las cuales vivimos y respiramos hoy.
“Llegó el estruendo hasta el cabo de la
tierra; porque es juicio de Yahweh con las gentes: él es el Juez de toda
carne…He aquí que el mal sale de gente en gente, y grande tempestad se
levantará de los fines de la tierra” (Jer 25:31-32). Sin dudas se
refiere a La gran batalla de Al-Megiddo—ya cercana a nuestros
días—cuando al final se manifestará la ira del Cordero de Dios (Apoc 6:13-17),
y sean juzgadas todas las naciones. Ese día Yahweh bramará desde lo
Alto, y desde la morada de su Santidad dará, y se escuchará su voz. Enfurecido
bramará contra los moradores de la tierra (v.30).
En el libro del profeta Jeremías no faltan sus
lamentos sobre todo lo que veía en el presente, futuro cercano, y milenios en
el horizonte; y no por gusto muchos historiadores, entre ellos algunos
religiosos, se han burlado de sus constantes lágrimas, hasta el punto de
acusarlo de depresivo. Cosa temeraria es atrever a burlarse y acusar falsamente
a un vocero del Creador, se sufren consecuencias inevitables por
ello. El hombre de Dios sencillamente vió en espíritu el sufrimiento y
juicio sobre pueblos y naciones, todas apartadas de Dios. Para muestra de su
exactitud incluso nos declara incidentes por separado tales como: “Así ha
dicho Yahweh: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta
por sus hijos, no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron”
(Jer 31:15).
¿A quienes se refería aquí?
Se vivían tiempos angustiosos para Jerusalém y su
comarca. Es entonces cuando el profeta en un destello admirable se remonta 600
años más adelante, cuando nacería el niño Jesús; e incitado el impío y
malvado rey Herodes, asustado por el nacimiento del Hijo de Dios, el
Cristo Divino, y temiendo que el reinado de su dinastía familiar corriera
peligro de ser desplazada, manda asesinar a todos los niños menores de dos años
en Beth-Lehem.
Las lágrimas por tantas injusticias llegaron al
cielo, de manera que no os asombréis cuando los profetas nos manifiestan la ira
que Dios desatará un día: el de pedirnos cuentas. Su Hijo juntamente con
su obra, ha sido menospreciado de generación en generación por las multitudes
del planeta. Yeshua de Nazaret nace en Bethlehem—o Belén—de Judea, y las
madres de ese pueblo, dos años más tarde, serían víctimas de un cruel dictador
que se codeaba con el Imperio de moda (el romano europeo), elevando su dolor y
llanto al contemplar la inescrupulosa masacre en contra de sus pequeñitos.
¡Mundo, si creyeras lo que se te avecina, caerías
de rodillas en turbación!
Es ahora:
en lo postrero de los tiempos.
“Y acontecerá en lo postrero de los tiempos que será confirmado el monte de
la casa de Yahweh por cabeza de montes, y será ensalzado sobre los collados, y
correrán a él todas las gentes. Y vendrán muchos pueblos…Porque de Sión saldrá
la ley, y de Jerusalém la palabra de Yahweh. Y juzgará a muchas gentes, y
reprenderá a muchos pueblos…Métete en la piedra, escóndete en el polvo, de la
presencia espantosa de Yahweh…Y la altivez del hombre será abatida, y la
soberbia de los hombres será humillada…por la presencia espantosa de Yahweh,
y por el resplandor de su majestad, cuando se levantare él para herir la tierra…Aquel
dia…”
(Isaías 2: 1-5, 10-21)
Ese “Aquel dia” que nos anunció el profeta Isaías está hoy muy
cerca, tan cerca que los ciegos no lo pueden ver. Y nosotros tenemos la penosa
y triste tarea de traer malas noticias; avisos de sufrimientos que se avecinan;
pero con el objetivo de que creyendo, podáis a tiempo evitarlos para ti y tu
familia, y puedas entrar a la eternidad vestido de traje nuevo.
Este pasaje se remonta al final, a lo postrero de los tiempos—nuestra época
actual generacional—cuando, según las Escrituras, el escogido de Dios
venga a juzgar la tierra.
Aquí Yahweh es representado por Jesucristo, apareciendo en
enorme resplandor (Mt 24:27) y gloria bajo un fuego devorador espantoso
(2 Ped 3:10). En ese tiempo, y por ello vemos los caldos políticos
calentándose desde ahora en Israel—con un breve y falseado pacto de paz que
firmarán próximamente—la aflicción en el mundo, producto de las injusticias de
sus reyes, llegará a niveles inconcebibles (Mt 24:21), por tanto la
altivez y la soberbia de los hombres será abatida y humillada, cuando las
trompetas angélicas de los ángeles del Cordero de Dios manifiesten la
ira divina (Mt 16:27; Apoc 6:12-17). La tierra será duramente herida (v.19),
todo acompañado por una destructora Tercera Guerra Mundial.
Las personas buscarán la muerte y no la hallarán; es decir, el sufrimiento
es inevitable (Apoc 9:6). Habrá un caos total en el mundo acompañado de
desastres naturales (Apoc 8: 7-13; Is 13: 9-11) por lo que correrán de
un lugar a otro—como nos indica la cita del profeta Isaías que
analizamos—buscando en vano un hueco y sitio seguro donde esconderse (v.
10,19,21). ¿Se ha preguntado alguna vez el por qué los ricos y poderosos
construyen bunkers debajo de sus casas? Ese dia no les ayudará mucho el esconderse.
Dios castigará las falsas idolatrías de este mundo, incluyendo las ateas (v.14-16,18),
así como a los que tienen parte con ellas (v.20). ¡Ay, ay, ay de los que
moran en la tierra! (Apoc 8:13).
Dios hará estremecer los cielos (Is 13:13) y la tierra en su
indignación e ira (Apoc 16:18); será un terremoto tan grande cual no fue
jamás desde que los hombres han habitado la tierra. El escenario principal de
la conflagración mundial será en el territorio de Israel (Apoc 16: 14-16; Ez
38: 12, 18-23). Un sacrificio grande sobre los montes de Israel (Ez 39:
17-21; Is 24: 13-23). Terror, sima y lazo sobre los moradores de la tierra,
que será enteramente desmenuzada, afectando tal conflicto a todas las naciones;
siendo la población grandemente conmovida. Se nos narra que las puertas del
infierno serán abiertas y vistas. Un saqueo total sobre toda la tierra nos
predice el profeta Isaías (Is 24: 3-6). Vaciada por obra de Dios en su
ira, cayendo por el pecado, la ignorancia, abusos, falsedades e injusticias.
Es el juicio de las naciones.
Del cielo caerán estrellas y meteoritos (Is 34:1; Mt 24:29) y un
calor termonuclear espantoso y atormentador que quemará a muchos (Apoc 16:
8-9). Siete plagas postreras en las cuales es consumida la ira de Dios (Apoc
15:1), y como espinas cortadas serán millones consumidos por el fuego (Is
33: 10-14), abatiendo la hipocresía acumulada de los siglos. Buscad a Dios
mientras puede ser hallado: ¡Ahora! porque esta vez—se nos anuncia—que Cristo
Jesús no viene a dejarse escupir, abofetear o crucificar, sino que viene a
juzgar y regir con vara de hierro (Apoc 2:27).
Mientras tantos son quebrantados como vaso de alfarero; los cristianos
convertidos que aún permanecen en el planeta serán espiritualmente marcados y
señalados (Apoc 7:3), siendo protegidos ante las plagas de Dios para que
no vengan sobre ellos. En el momento de la abrumadora destrucción final y al
unísono, el mismo Señor Jesucristo con voz de arcángel y con trompeta de
Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero, y los
cristianos que aún viven, el pueblo e Iglesia de Dios, juntamente con ellos
serán arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el cielo (1 Tes 4;
16-17); salvos de esa destrucción inmediata, y descendiendo todos juntos
para comenzar desde Sión y Jerusalém—como nos dice aquí el profeta Isaías, v.2-3—el
reino eterno de Dios, iniciado con el Reino Milenario de Jesucristo (Apoc
20: 4-6); y de ahí que el profeta nos asegure que desde entonces los
pueblos “volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no
alzará espada gente contra gente, ni se ensayarán más para la guerra” (v.4).
Entonces podremos decir que la paz reina en la tierra para siempre. ¿Os
parece locura lo que el profeta nos asegura inspirado por el Espíritu Santo?
No lo es, hay muchas evidencias históricas que coinciden con sus aseveraciones.
El gobierno de Jesucristo desde Jerusalém, estará encabezado por los doce
apóstoles y doce tribus administrativas (Mt 19:28). La tierra entrará en
un período de mil años de absoluta paz: el Reino Milenario.
No queremos extendernos más en este artículo, de manera que incluiremos las
citas que se pueden buscar en el libro del profeta Isaías relacionadas con ese Juicio
Final y el Reino Milenario. Ellas hablan por sí solas: son claras,
evidentes, y muy esperanzadoras para aquellos que buscan el rostro del Señor
bajo cualquier condición, no importa cual oscuro nos parezca el valle a
transitar. Deben ser analizadas y estudiadas para así comprender mejor las
bendiciones que Dios tiene preparado para sus hijos y arrancar el cáncer del
pecado que nos aflige y ha mantenido bajo guerras y gobiernos injustos durante
6000 años de historia humana. Hay otras bendiciones, aún mayores e
inimaginables ahora, que Dios nos dice ha reservado igualmente para aquellos
que lo aman, y que serán reveladas ya bajo su reino (1 Cor 2:9).
A- Pasajes que en el libro del profeta Isaías tratan del
Milenio y su desarrollo: 4:2-6; 5:26-27; 10:20-22; 11:1-2; 12; 14:1-2;
16:5; 18:7; 27:6, 12-13; 29:23-24; 30:21-26; 32:1-5, 15-18; 33:16-17, 20-24;
34:16-17; 35:5-10; 37: 31-32; 40:2, 10-11; 41:18; 43:5-10, 18-21; 44:3-5,23;
46:11-13; 49:10-13, 18-23; 51:3-5; 52:1, 6-10; 54:1-5, 7-14; 55:11-13; 56:1-8;
59:20-21; 60:9-22; 61:3-11; 62:1-4, 10-12; 65:16-25; 66:8-14, 20-23.
B- Pasajes que en libro del profeta Isaías tratan del
Juicio Final, Advenimiento de Jesucristo, destrucción de la maldad y sistema
mundial. Conflagración mundial entre las naciones, desastres naturales, así
como situaciones semejantes que precederán al Advenimiento del Padre Celestial
posterior al Milenio de Jesucristo: 5:28-30; 6:11-12; 8:9-10; 10:16-19,23;
11:4; 13:3-13; 14:9-17,21; 16:4-5; 17:12; 18:3-7; 24:3-6,10-23; 25:5-9;
26:1-5,11,19-21; 27:1-6; 28:16-22; 29:6-9,20-21; 30:25, 27-28; 33:10-14;
34:1-4,8; 35:4; 40:15-17; 41:1-5; 42:12-15; 51:6,22; 59:17-19; 60:2; 61:2;
63:2-4; 65:17; 66:15-16,22,24.
Puesto que ya hemos analizado este tema profético que cubre la redención de
la humanidad por el Hijo de Dios, pienso que le sea más fácil al lector discernir
entre una cita y otra; no obstante, puntualizaré nuevamente que en las Sagradas
Escrituras, a veces las profecías son como dos picos montañosos que
observamos desde lo lejos; los cuales aparentan estar uno junto al otro, pero
que una vez que avanzamos y nos acercamos divisamos que ambos pueden estar
separados hasta una distancia de mil, dos mil o tres mil metros uno del otro.
De la misma forma ocurre con las alusiones de los profetas, quienes a veces se
están refiriendo y tratando un hecho o situación inmediata o próxima a ocurrir;
sin embargo, aprovechando la similitud, el Espíritu Santo se manifiesta
a través de ello, y lo transporta proféticamente a 1000, 2000, 3000 años
adelante. A veces ni los profetas imaginaban con exactitud hacia cuál época en
específico profetizaban, como le ocurrió al profeta Daniel (Dn 8:27),
aunque lo escribían cuidadosamente para la posteridad.
Tengamos siempre esto en cuenta al momento de analizar las profecías
bíblicas, y así evitar confusiones.
Una
destrucción de repente.
“Yahweh Dios traerá sobre ti gente de lejos, del cabo de la tierra, que
vuele como águila, gente cuya lengua no entiendas. Gente fiera de rostro, que
no tendrá respeto al anciano…hasta destruirte. Y te pondrá cerco en todas tus
ciudades y en toda tu tierra…”
(Deuteronomio 28: 49-52)
Así ocurrió literalmente siglos después. Una vez que el Imperio Asirio es
subyugado en el 607 a.C, el imperio Babilónico que duró aproximadamente desde
606-536 a.C ; alrededor del año 586 a.C las tropas del rey babilónico
Nabucodonosor, y después de mantener cercada la ciudad por un extenso
período, finalmente la incendian y arrasan, llevándose muchos cautivos de entre
los sobrevivientes del pueblo hebreo.
Baste recordar, leyendo el libro de las Lamentaciones de Jeremías, y
vemos cómo este sufrido profeta veía, en medio de la destrucción que le
rodeaba, destilar una y otra vez lágrimas de sus ojos: “Por esta causa
yo lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas; porque se alejó de mí consolador que
dé reposo a mi alma…Mis ojos desfallecieron de lágrimas, rugieron mis entrañas;
mi hígado se derramó por tierra, por el quebrantamiento de la hija de mi
pueblo, cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad”
(Lm 1:16; 2:11).
Un sufrimiento tremendo al ver la destrucción de Jerusalém por los
babilonios, viendo el hambre, la pudrición, los niños y mancebos muertos
que yacían por las calles (Lm 2: 19, 21). Estaban recogiendo
abundantemente el fruto de su desobediencia a Dios, de sus maldades, abusos,
injusticias, falsas idolatrías y cultos satánicos e inmoralidades, y mentiras
vanidosas que falsamente les habían predicado los supuestos líderes religiosos
y profetas: “…Tus profetas vieron para ti vanidad y locura; y no
descubrieron tu pecado para estorbar tu cautiverio; sino que predicaron vanas
profecías y extravíos…Yahweh Dios ha hecho lo que tenia determinado. Ha
cumplido su palabra que él había mandado desde tiempo antiguo: destruyó y no
perdonó…Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor…” (Lm
1: 5, 8-9, 17, 19; 2:14).
En nuestros días pasa igualmente con los líderes religiosos de grandes
ministerios. Solo predican prosperidad, paz, y buenos agüeros, olvidando los
abusos que se cometen en este mundo, las injusticias y manipulaciones, la falta
de derechos civiles y humanos, así como cultos oscuros envilecidos, junto a las
imposiciones de los más poderosos que nunca levantan sus ojos al cielo; pero no
le revelan al pueblo—como hizo Jeremías y nadie le oyó seriamente—sobre la ira
que se acercaba y el juicio al que serían prontamente expuestos; pagando
abundantemente por ello.
No hablan del Apocalipsis ni de las profecías por no perder
popularidad ni ser marcados como fanáticos o políticamente incorrectos. Solo
hablan astutamente que a Dios se puede llegar por mil caminos, fabrican otros
cientos de santuelos, vírgenes e ídolos inanimados, cultos a muertos, entregan
sus vidas a políticos desalmados, plastican sus propias filosofías relativas de
la vida; en fin, ignoran al Creador de los cielos, y a la obra redentora
de su Hijo Jesucristo. Ciegos, guías de ciegos; malos negociantes,
pésimos líderes, cantores huecos de sibilinas y tuertas alabanzas insalvables.
Hoy estamos cerca del final de los tiempos y andamos igualmente en rebeldía.
¡Tierra, Tierra, escucha la palabra de Yahweh (Jehová, El-Shaddai, Eloim) Dios
Todopoderoso! (Jer 22:29).
Busca a Cristo Jesús para que seas salvo antes del día de la ira que se
acerca (Apoc 6:17). No es locura lo que te estamos diciendo, y aún
cuando somos tan imperfectos como tú, es la verdad tallada en nuestros
corazones por el Espíritu Santo de Dios. Ahí está inscrito en la
historia, cerca de tus manos. Jerusalém nunca creyó e imaginó que algo así le
podría ocurrir (Lm 2:15; 4:12), ni nadie lo supo hasta que lo sufrieron
de repente; sin embargo, se acerca un sufrimiento tal cual no hubo otro en la
historia de la humanidad: “Porque habrá entonces gran aflicción, cual no fue
desde el principio del mundo hasta ahora ni será” (Mt 24: 21).
La destrucción anunciada por los profetas y el Hijo de Dios vendrá
igualmente de repente.
El mundo confiado en sus pasatiempos, carreras políticas, ciencia,
tecnología, falsas idolatrías y burlas hacia Dios…pero el día menos esperado,
cuando ya sea tarde, caerá destrucción repentina (Lc 17: 24-30). Ese día
vendrá como ladrón en la noche (1 Tes 5: 2-3); en el instante que no
esperas (Lc 12:46).
¡Mejor prepárate como hizo el profeta Jeremías!
Y vienen Yahweh, Yahvé, Yavé,
Jahvé y Jehová.
“Cantad a Yahweh toda la tierra…cantad entre las gentes su gloria. Y en
todos los pueblos sus maravillas…venid delante de él….El mundo será aún
establecido…Y digan en las naciones: Reina Yahweh. Resuene la mar, y la
plenitud de ella…Porque viene a juzgar la tierra”.
(1 Crónicas 16: 23-24, 28-33)
Este es un cantico profético del rey David; que—además de rey—fue músico,
militar, y en ocasiones profeta de Dios (2 Sam 23:2). En esta profecía
él se remonta hacia el final de los tiempos; es decir, más de 3000 años
adelante desde su época, cuando el Hijo de Dios comience su Reino
Milenario (1 Cor: 23-25).
El nombre de Dios proviene del tetragramatón YHWH. La pronunciación de Yahweh,
Yahvé o Jehová, surge del hecho que si no se le añadían vocales a
esas consonantes es imposible pronunciarlo. Con los años los judíos perdieron,
bajo temor de usar el nombre de Dios en falso, el sonido de la pronunciación
correcta. Jehová específicamente viene del uso de Adonai—que significa
Señor—y esas vocales añadidas a las consonantes YHVH, producen el sonido
cercano a Jehová, originalmente iniciado en 1518 por Pedro Galatino, el
confesor del papa León X; sin embargo, las investigaciones modernas y rabínicas
concuerdan que la pronunciación se debe acercar más a: Yahweh, Yahvé,
Yavé, o Jahvé. En nuestros escritos usamos la pronunciación Yahweh,
que es la versión inglesa, porque a su vez incluye las cuatro consonantes YHWH,
y de ahí que sea más informativa, teniendo en cuenta también que el idioma
inglés es internacional. Las consonantes del tetragramatón YHWH ó YHVH—nombre
de Dios—significan “Yo soy el que soy” (Ex 3:14).
En la biblia—contrario a lo que muchos piensan—vemos que la mención del
nombre de Dios (Yahweh, Yavé o Jehová) no significa siempre que sea
obligatoriamente la aparición del Padre Santo en persona; a veces es
dado a un portador, a un ángel que habla en nombre de Dios, como cuando Yahweh
da sus leyes al pueblo de Dios, no sin antes aclarar: “He aquí yo envío al
Ángel delante de ti para que te guarde en el camino…oye su voz…porque mi
nombre está en él” (Ex 23: 20-21; Zac 3: 1-2); otras veces se
refiere a Cristo Jesús, el Hijo Divino del Altísimo.
El profeta Isaías nos revela, a través del Espíritu Santo, que
Jesucristo sería llamado Dios fuerte, Padre eterno y Príncipe de paz (Is
9:6; 11: 1-2; 40: 9-11); en fin, la divinidad no esta tan interesada en
discusiones de caracteres, sino en hacer llegar el mensaje del verdadero Dios
sin confusión, ni substitución por falsos dioses creados por los humanos; o
extintos líderes políticos y religiosos, que una vez muertos han sido
beatificados, como dignos de adoración divina; algo condenado en las Santas
Escrituras clara y enfáticamente.
Es por ello que el cuerpo de Moisés nunca haya sido recuperado. No obstante
así, el diablo tuvo que ser reprendido por el arcángel Miguel (Jud 9)
cuando quería que se encontrara el cuerpo de Moisés, con la esperanza de quizás
haberlo mantenido hasta nuestros días como un objeto de adoración divina,
desviando al pueblo del Altísimo de su culto al verdadero Dios; o algo parecido
a lo que sucedió después con el apócrifo Mahoma, que diseñó sus últimos años de
vida para quedar como el gran profeta—que nunca fue—reverenciado como un falso
mediador ante Dios y los hombres.
En este pasaje que analizamos se refiere a Jesucristo, el Mesías de
Dios, que vendrá en poder y gloria a juzgar el mundo conocido (Mt 13:41;
16:27), y establecer su Reino Milenario (Apoc 20: 4-6). David
nos lleva en este cantico a esa futura redención de la humanidad, personificado
en Yahweh, Cristo Jesús, que juzgará la tierra estableciendo un gobierno
administrativo global (v.31, 33).
Estas profecías acerca del futuro advenimiento del Salvador y Redentor,
seguiremos analizándolas y viéndolas una y otras veces en los Salmos (Sal 2),
y en cada libro de los profetas. Es importante ver cómo Dios se preocupa en
anunciarnos el día de la redención humana por el Hijo de Dios a través
de todas las centurias, usando para ello a sus profetas y seguidores; aún desde
la mismísima Creación (Gn 3:15). ¿Coincidencias? Nunca ha cesado de
rememorarnos esa cita ya cercana: “He aquí, vino y fue, dice el Señor
Yahweh: este es el día del cual he hablado” (Ez 39:8).
(P/D: Para información más detallada sobre los acontecimientos que tendrán
lugar en los últimos 42 meses de la historia humana leer libro del autor
titulado: Apocalipsis de San Juan, Interpretación y explicación del libro).
FIN.
©
ACERCA
DEL AUTOR
El autor de ‘¿Y cuándo será el Fin?’ nació en Ciudad Habana en
el año 1964, y actualmente reside en el sur de la Florida, Estados Unidos. Entre
sus escritos se encuentran el libro autobiográfico ‘Nacido Patria o Muerte’,
‘Excepcion_al. Crónicas de Papefu’, ‘Profetas Mayores del Antiguo Testamento’ y
‘Sufrimiento, amor y esperanza: Una historia de la vida real’; junto a
las novelas literarias ‘Aventuras de Victorino Chang’, ‘El gran pacificador
del Infierno’ y ‘El Rey Victorino’; entre otros proyectos.
Como dato complementario relacionado a la trayectoria educacional del
autor, es graduado con una Maestría en Ciencias (MS) en Nova
Southeastern University (NSU); con una Licenciatura en Artes (BA) en Florida
Atlantic University (FAU), ambas en los EE.UU; y graduado como Piloto de
Combate y Mando Táctico en el Instituto Militar Superior de las Fuerzas Aéreas
Soviéticas A. Serov en Krasnodar, antigua URSS.
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Gracias por su lectura.