El pacto profético del cortamiento.

“Este será mi pacto que guardaréis entre mí y vosotros y tu simiente después de ti: Será circuncidado todo varón entre vosotros. Circuncidaréis pues la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones: el nacido en casa y el comprado a dinero, que no fuere de tu simiente. Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero: y estará mi pacto en vuestra carne para alianza perpetua”.

(Gn 17: 10-13)

Dios, por primera vez en toda la historia bíblica llama a un hombre con el honorable título de gran Amigo y éste hombre fue el hebreo de origen siríaco Abraham. En su extraordinaria dispensación de los tiempos y las cosas el Creador le revela al gran Amigo su plan de redención de la raza humana cuando lo conmina a hacerse la circuncisión siendo ya un anciano, y a circuncidar a todos los varones nacidos en su casa al 8vo día. Los primeros 8 días de nacidos de cada hombre reflejan simbólicamente de por sí esos 8 milenios, siendo el 7mo, en el cual el Redentor de la humanidad establecería su Reino Milenario.

Esta es otra de las grandes profecías bíblicas: La Circuncisión. Dios hace ese pacto con el patriarca Abraham en quien están señalizados los dos pueblos que se fusionarían en el entonces futuro—ahora cercano—como son el pueblo judío y el cristiano, para formar en Jesucristo un solo pueblo de Dios: el Israel de Dios (Rom 9:6, 25-27; Gal 6:16).

Abraham no se encontraba bajo la Ley Oficial, aunque ello no quiere decir que desconociera o no cumpliera las leyes de Dios (Gn 18:19; 26:5), las cuales fueron más adelante oficializadas y dadas al pueblo hebreo cerca de 400-500 años posterior a Abraham; es decir, la circuncisión no es dada bajo la Ley de Moisés—como muchos suponen—sino dada al patriarca, en quien estaban representados los dos pactos: la ley ritual y la ley de la fe (Col 2:14; Fil 3:9).

De ahí vemos que Juan Bautista, siglos después es circuncidado (Lc 1:59). Jesucristo es circuncidado (Lc 2:21), y el apóstol Pablo y su discípulo Timoteo son circuncidados (Hch 16:1-3), rememorando que ello encierra un pacto y el conocimiento de un arcano divino (Rom 3:1-2, Gál 2:7-8). Es, en éste caso, un pacto simbólico que refleja continuidad de corrientes y épocas, y no una vía de salvación.

Es cierto que la circuncisión conlleva beneficios higiénicos, y es la forma en que el Creador omnisciente ha elaborado sus preceptos, destinados al bienestar absoluto y no solo simbólico, de la misma manera que una unión conyugal puede traer no solo procreación y refrigerio físico, sino también seguridad y estabilidad espiritual bajo los auspicios divinos.

De forma grosa y general la circuncisión, entregada a Abraham bajo la fe y no la ley, revela que los humanos estarían 6 milenios bajos sus propios gobiernos, experimentando ese albedrio apartados de Dios—a menos que lo buscaran de corazón—creando sus propias leyes y bajo sus culturas idiosincráticas. Al 7mo milenio, según las Escrituras, en el que ahora recién entramos, y en una ya cercana fecha establecida como El final de los tiempos, en un momento de gran disturbio social en nuestro planeta como la citada Gran batalla de Al-Megiddo, seguidamente el Hijo de Dios y Redentor de la humanidad regresaría a la palestra mundial desde el mismísimo cielo, siendo visto por todos, a instaurar un Reino Milenario, desde Jerusalém, gobernado por él mismo directamente.

Después de señalar la profecía de los 7 días o milenios (Gn 2:2-3 y Dt 5: 12-14), y advertir que el 7mo día que profetiza al 7mo milenio sería de descanso y bendiciones (Apoc 20: 4-6; Isaías 32: 17-18), también prosigue el arcano diciéndonos que al 8vo día o milenio, el Cristo redentor entregará el reino a su Padre y Dios Creador de todo ( 1 Cor 15: 24-28), dando comienzo, como dije, al 8vo milenio. A su vez en el mismo momento se representa a todo un pueblo cristiano bien unificado y preparado para recibir al Todopoderoso Dios Padre (Apoc 21: 1-4, 22). En el comienzo del 8vo milenio y según las Sagradas Escrituras, Jesucristo su Hijo pasaría a ocupar la posición oficial de Sacerdote Eterno según el Orden de Melquisedec (Hebreos 4: 14, 6 y 7:17, 21).

Dicha unificación de los pueblos es simbolizada en éste rito de la circuncisión (Gn 17: 12-13, 27) cuando vemos que tanto el nacido en casa—hebreo—como el extranjero comprado—gentil convertido—podían a través de éste pacto del 8vo día pasar a ser un solo y unificado pueblo de Dios; como una gran familia de pueblos bajo el mismo reino.

La maldad será arrancada para siempre (Apoc 21:4); y es esa maldad la que es simbolizada en éste pacto y ritual de la circuncisión a través del prepucio, el cual es arrancado al 8vo día como profecía que señala a lo que realizará Dios en el 8vo milenio, cuando todavía, al final del 7mo, las naciones de Gog y Magog (Apoc 20:8) intentarán establecer nuevamente la impiedad pero serán cortados instantáneamente y para siempre de la vida.

Analógicamente años después de Abraham Dios le hace ver a Josué (Jos 5: 7-9), el libertador hebreo sucesor de Moisés, encargado de entrar al pueblo de Dios a la tierra prometida, que la circuncisión encerraba en sí no un acto meramente físico, sino simbólico también, como faro inextinguible que alumbraba a las épocas de la historia humana.

El pueblo hebreo adquirió su etimología gracias al biznieto de Noé Heber (Gn 11:14-16); a quien Dios le reveló que el mundo de entonces sería impactado en Babel con un hecho único y difícil de creer: y es que jamás volverían a hablar el mismo idioma. Así desde aquel acontecimiento la tierra sería dividida creándose naciones con sus propias culturas y lenguas (Gn 11:6-9).

Producto de tal revelación dada al hombre de Dios Heber, es que al nacer su hijo lo nombra Peleg—que significa “división”—y de quien desciende posteriormente Abraham (o Abram), y más tarde Jacob (o Israel). Es por esto que Abram es llamado “el hebreo”, al igual que los hijos de Israel. Heber=Hebereo=Hebreo.

Cuando comience el Reino Milenario—mil años—en éste 7mo milenio y no ya lejos en nuestra era actual, habrá en toda la tierra solo un reino, pueblo y sistema político en el sentido administrativo, social y espiritual propiamente dicho; pero conservando cada una de sus respectivas naciones, convertidos para siempre al Creador de los cielos y la tierra, siendo el sol que reflejaremos como lunas humanas destinadas al éxito de la eternidad.

[Estas y otras profecías del Pentateuco están explicativamente recopiladas en el libro del autor titulado: Profecías en el Pentateuco; impreso y electrónico]

{ Haga clic aquí si desea o necesita Contactarnos }