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Yo soy el Dios de tu padre; no temas.
José, quien a su vez sufrió mucho, nunca fue bien reconocido por sus propia familia y hermanos; tal como Jesús advirtió que no había profeta admirado y tomado en serio entre sus parientes y conciudadanos—pudiendo incluso recibir grandes bendiciones por ello, Mt 10:41; 13:57 —pero menos aún cuando José, que en aparente ataque ego maníaco, le pronostica a sus hermanos, quienes le tenían envidia ( Gn 37:11 ), que un día—y por obra de Dios—toda su familia se inclinaría ante sus pies ( Gn 37: 5-10 ), mostrando la grandeza casi divina que le aguardaba el futuro; como finalmente sucedió, y siendo un don nadie, se convirtió en el alma, voz y brazo ejecutor del faraón de Egipto; no sin antes transcurrir años de engaños, sufrimiento y hasta cárcel—seguramente tomado en ese instante como un olvidado y maldecido de Dios—que sin dudas fue este el camino que lo preparó para su carrera de líder, forjando su carácter y experiencia.