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La resurrección de los muertos.

Profetas Mayores del Antiguo Testamento en Alejandro's Libros







Los discípulos que habían huido cobardemente, con excepción de Pedro (quien posteriormente así y todo le negó), quedaron atónitos cuando María Magdalena y María madre de Jacobo y Salomé (Mr 16:1), una vez venidas del sepulcro de José de Arimatea—donde habían sepultado a Jesús—les dicen que estaba vacío y un ángel les había anunciado que había resucitado. Cuando Pedro y Juan fueron corriendo al sepulcro; Juan llegó primero, pero no podía creer lo que veía, los lienzos y la envoltura (que se hacía con especias y gomas) conservaban la forma del cuerpo de Jesús pero huecas, sin el cuerpo adentro. Pedro, mayor de edad y pescador rudo, con su carácter impetuoso no paró en su carrera hasta entrar y qué pasó: Cristo milagrosamente no estaba allí. Posterior a ello cuando se les aparece mientras estaban reunidos se quedan pasmados y él hace que lo toquen y comprueben. Imagínese usted, ellos habían presenciado su castigo, crucifixión, muerte y sepultura: ¿y ahora aparecía vivo? No entendían que él mismo se los había augurado con anterioridad; recuerden estos no eran hombres letrados, sino entusiastas seguidores, formados bajo el ministerio diario del Redentor. Tomás no se encontraba presente en el momento que Jesús se les aparece. Una vez vuelto y enterado dijo: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”. Ocho días más tarde Jesús volvió a aparecer y le dice a Tomás: “Mete tu dedo aquí, y ve mis manos; y alarga acá tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino fiel. Entonces Tomás respondió: ¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 19:19-28).



El que padecía rogaba misericordia por su familia que había dejado atrás: su mujer, hijos y nietos, para que no fueran a ese lugar de tormento donde él se lamentaba; sin embargo la respuesta final que se le dió fue la siguiente: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos” (Lc 16:31). En otras palabras: ahí tienen la Biblia, las Sagradas Escrituras, si no creen en ellas, de nada vale si un ángel, o alguien que resucite, se les aparece en persona para convencerlos. La fe—estimado lector—se funda en el conocimiento de la Palabra de Dios (Heb 4:12). No dejéis que nadie, por muy sabio que se anuncie, os arrebate la esperanza de vuestra resurrección ni la de tus seres queridos; y no olvidéis que la obtienes a través de Jesucristo.