¿Es la institución del Papado la Babilonia del libro
del Apocalipsis?
Todo un libro se podría escribir sobre “la
grande ramera, la cual está sentada sobre muchas aguas; con la cual han
fornicado los reyes de la tierra, y los que moran en la tierra se han
embriagado con el vino de su fornicación.... vestida de púrpura y de escarlata,
y dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas, teniendo un
cáliz de oro en su mano lleno de abominaciones y de la suciedad de su
fornicación... embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre de los
mártires de Jesús... y... son siete montes, sobre los cuales se asienta la mujer”
(Apoc 17:1-9).
Roma, con sus siete montes, no solo destruyó
la República después de fundada en el 753 a.C—como hoy intentan hacer en
EE.UU—y subyugar sucesivamente a Italia, Cártago, Grecia, Asia Menor, España,
Galia, Inglaterra y los Teutones en siglos posteriores; sino que nos entregó
una forma de Nuevo Imperio Romano después de la caída oficial del Imperio
Occidental en el 476 d.C, cuando los bárbaros nos regalaron las tinieblas de la
Edad Media. Entonces esa ‘obscuridad’ satánica hizo que la ya corrupta iglesia
de Roma, que venía desde años atrás intentando imponer su obispado sobre el
resto de la cristiandad, encontró de repente una situación de desorden político
occidental, y así parir lo que hoy conocemos como el Papado, comenzando
quinientos años después de Cristo.
No les fue todo color de rosas y llevó
tiempo engrasar esa maquinaria; no obstante, pronto resumió sus intentos y
continuó—aunque ahora aceleradamente—la tergiversación de la Palabra de Dios,
hasta después quitarla totalmente de la palestra pública, rigiendo con edictos
papales; y usando al cristianismo como bandera de excusa durante siglos para
asesinar verdaderos cristianos, prohibiendo la lectura de la Biblia, fornicando
a diestra y siniestra, física y espiritualmente; y ocupando tal cual hiena
antes de atacar, con silencio, sagacidad, socarronería, argucia y perspicacia,
cada rincón secular que sus tentáculos le pudiesen asegurar para incrementar su
poder.
Para que nuestros lectores entiendan cómo
ese proceso fue creciendo a medida que años y siglos se sumaban a la falacia
católica-romana, vestida de púrpura y escarlata; vamos a añadir aquí cada uno
de los papas que ayudaron a empujar la dictadura del Padre de Mentiras (Juan
8:44). No vamos a incluirlos todos—sino los más prominentes dentro de sus
famosos corruptos y mentirosos—puesto que sería una lista larga y difícil de
leer para un libro de ‘Preguntas y Respuestas bíblicas’ como este, que solo
pretende ser una continuación de nuestro libro de profecías titulado: ‘¡Tierra,
tierra, tierra! Oye Palabra de Yahweh’, escrito originalmente hace casi treinta
años (1992 d.C), aunque finalmente actualizado y publicado en los EE.UU en el
2011 d.C; ya que en el país donde el escritor nació (Cuba) una dictadura
comunista, que a propósito goza de excelentes relaciones con el papado:
reprime, odia el cristianismo puro, y jamás dejará salir a la luz un libro de
estudio bíblico profético de tal estatura; por su apego estricto a la Palabra
de Dios y escrito sin filtros de un Estado o religión en particular.
Al parecer no existe hoy un Federico
Barbarroja, Felipe el Hermoso o Napoleón Bonaparte—entre otros—que proporcionen
la medida del jarabe medicinal que la nueva Roma imperial (a escondidas)
necesita, mientras se expande y crea un ecumenismo religioso mundial; y así
agarrar el poder secular a través de sus mensajeros y dogmas ocultos,
extrayendo riquezas y poder político, aunque en lo visible trate de hacer ver
que se mantiene atrapada en los límites que el dictador italiano Mussolini le
impuso a la llamada ‘Santa Sede’, o Estado del Vaticano.
Desde la mismísima partida de Cristo, pronto
sus seguidores comenzaron unos a imponer doctrinas judaizantes—que eran
inventos no establecidos en lo que hoy llamamos Antiguo Testamento—sobre los
gentiles; y otros a inventar y manipular el mandato claro del Hijo de Dios. Una
de las cosas que aunque simple, el Mesías del Creador advirtió es esta: “Y
vuestro padre no llaméis á nadie en la tierra; porque uno es vuestro
Padre, el cual está en los cielos” (Mt 23:9).
Por supuesto, no se refiere aquí al padre
natural que nos trajo a la vida junto a nuestra madre.
Grupos de cristianos, comenzando desde los
tiempos del Señor, comenzaron a agruparse, y regarse por toda el Asia Menor.
Cuando en una región habían varios de ellos, y en contra de los consejos del
Espíritu Santo, empezaron a elegir líderes regionales, que se auto llamaron
también ‘papas’—o padres de la Iglesia—siendo esto... ¡un error mayúsculo que
bien se pudo evitar! Las principales regiones o centros de poder religioso que
sobresalían por sobre esos pequeños grupos humildes de verdaderos cristianos,
eran los llamados a sí mismo patriarcas de: Roma, Constantinopla, Antioquía,
Alejandría y el primero de todos Jerusalém.
El emperador romano Constantino (336-337 d.C)
se hizo él mismo cristiano y las persecuciones en contra de la Iglesia de
Cristo se frenaron abruptamente; instaurando de cierta manera la ‘religión’
cristiana como la oficial del Estado; hecho que llega a consumirse años después
bajo el emperador Teodosio I (378-395 d.C), quien sí la declaró oficialmente
como tal. Pronto el obispo de Roma, capital del Imperio dominante, empezó a
creerse un ‘padre’ especial, un papaíto al que todos debían admirar. Tomó
algunos siglos, y mientras el de ‘papa’ (y patriarca) no les resonaba como
querían escuchar—ya que era notorio en otras regiones—fue el obispo de Roma
Inocencio I (402-17 d.C) quien se auto proclamó: ‘Regente de la Iglesia de
Dios’, capaz de resolver todos los problemas de la Iglesia Universal; aunque por
supuesto no todos le hicieron caso.
El Imperio Romano Occidental iba cuesta
abajo en desbandada y el astuto Obispo de Roma, León I (440-61 d.C) aprovechó
para mediar y evitar la destrucción de Roma que estaba rodeada de tropas
barbáricas, listas para saquearla. Intercedió ante Atila el Huno e indujo a
Genserico el Vándalo para que no destruyesen Roma, en los años 452 y 455 d.C
respectivamente. Una vez hecho esto su fama fue admirable e hinchado en su
fanfarronería se proclamó señor y padre (papa) de toda la Iglesia cristiana;
abogando por la pena de muerte contra todo aquel que no lo tomara así,
acusándolo de hereje.
Cuando finalmente Roma cae en el 476 d.C, el
auto titulado papa de Roma, Simplicio (468-83 d.C), vió que ya no tenía
autoridad civil encima de él, y pronto los diferentes reinos de los bárbaros en
que todo el Imperio se había dividido comenzaron a verlo como una figura
dominante y mediadora. Los demás patriarcados observaban atentamente las
andanzas del obispo y patriarca de Roma, hasta el punto que se dieron cuenta de
la dificultad inmediata para enfrentársele. Es así que años después el obispo
romano Gregorio I (590-604 d.C), en medio de una anarquía reinante en toda
Europa, y Roma saqueada por los Lombardos, logra mostrar cierta mansedumbre y
honestidad en su carácter, tratando de limpiar la Iglesia de Roma y europeas de
la simonía (venta de posiciones eclesiásticas—$—a los familiares de
cardenales), junto a la corrupción y olvido de los pobres y necesitados.
Una vez que el patriarca de Constantinopla
se da cuenta que Gregorio realmente había sido aceptado por las iglesias
occidentales como su ‘papa’, él entonces se declara también ‘obispo universal’.
Seguidamente agregaré en este escrito otros
papas más renombrados, sin incluir los que apenas dejaron alguna marca de
sangre mayor de la que ya se experimentaba, matando a todos los ‘herejes’ y
gente que ellos consideraban en contra del cristianismo de Roma:
-Esteban II (752-757 d.C): usó a Pepín,
(padre de Carlomagno) para expulsar a los lombardos de Italia, dando comienzo a
los Estados Papales bajo su dominio; y esto duró por otros mil años más hasta
la llegada de Napoleón en el 1806 d.C.
-Nicolás I (858-867 d.C): subiendo al trono
papal en el ya establecido ‘Sacro Imperio Romano’ decide ponerse por primera
vez una corona de rey. Dictó las llamadas ‘Decretales Seudo-Isidorianas’ que
confirmaban su autoridad universal sobre reyes, súbditos y feligreses. Esto
eran no más que documentos falsos, mostrados como históricos y antiguos, los
cuales supuestamente afirmaban que el papado había sido creado desde Pedro, e
inalterable desde el mismo comienzo del cristianismo. El apóstol Pedro, el cual
ni siquiera se sabe con seguridad que haya estado en Roma alguna vez; a no ser
cuando fue crucificado; seguramente en un viaje pastoral desde Jerusalém; o al
producir su primera epístola, en la que escribe como si estando en Babilonia,
junto a Marcos (1 Pedro 5:13). Babilonia es un sobrenombre que los primeros
cristianos—en tiempo de los apóstoles—daban a Roma, para evitar ser fichados
por los ideólogos y policías políticos de su tiempo.
Entonces este Nicolás I trató de excomulgar a Focio, patriarca de
Constantinopla; quien a su vez—y para que no se creyera tan universal—lo
excomulgó a él. Esto empujó a que la Iglesia cristiana oriental se separara
para siempre de la romana; siendo el Concilio de Constantinopla del 869 d.C el
último en que ambos bandos participaran juntos. Años después, en tiempos de
Inocente III y las cruzadas, los ejércitos papales exterminaron a muchos
creyentes de las iglesias orientales; y este patrón de asesinar y destruir se
mantuvo hasta que el papado perdió su poder de mantener esos ejércitos; siendo desintegrado hasta quedar lo que hoy se conoce como el
Vaticano.
-Adriano II (867-872 d.C): su comienzo—y
durando más de 200 años—es el mismo de la llamada: ‘media noche de las edades
oscuras’, como se le decía. El derramamiento de sangre, la corrupción e
inmoralidades, eran tantas que se necesitaría toda una enciclopedia para
escribirlas.
-Sergio III (904-911 d.C): se hizo famoso
debido a su concubina Marozia y Teodora, la madre de ésta; ambas con muchos
enamorados y novios, incluyendo el también futuro papa Juan X (914-928 d.C),
puesto por ellas. Llenaron el trono papal de orgías sexuales, hijitos regados
por doquier, y manojos turbios. Pronto Roma papal se convirtió en una choza de
ladrones y prostitutas, tanto que se le llamó ‘Pornocracia o Reinado de las
rameras’.
-Juan XII (955-963 d.C): este era nieto de
la ramera Marozia, famoso por violar a las vírgenes, viudas, e incluso la
concubina de su propio padre. Tuvo mala suerte, porque el esposo de ella lo
cogió en el mismo acto de adulterio, y lo mató.
-Bonifacio VII (984-985 d.C): no esperó
mucho y mató a su anterior papa Juan XIV. Le llamaban el anticristo, y
ensangrentó el trono de Roma aún más, corrupto y monstruo de tamaño mayor.
-Benedicto VIII (1012-1024 d.C): su fama se
basa en que, a pesar de que la simonía era abierta; es decir, los puestos de
cardenales y eclesiásticos que eran vendidos y comprados; él logra comprar el
suyo de papa. Corrupto hasta la médula, vendió muchos otros puestos para
aumentar su riqueza. En ese nido de ratas las más astutas se llenaban de oro y
escarlata.
-Benedicto IX (1033-1045 d.C): la compra de
puestos y corrupción llegó a tal extremo, allí donde hacían creer que era un
lugar en el que Dios escogía a sus líderes, que con solo 12 años de vida, sus
padres compraron para él el trono de Roma; convirtiéndose en papa. Asesinó,
adulteró, y robó incluso a peregrinos cristianos que visitaban las tumbas de
mártires. Sus derramamientos de sangre y fechorías llegaron a tal extremo, que
incluso terminó siendo sacado de Roma por todo el pueblo.
-Gregorio VII (1073-1085): el nido de
roedores humanos en el trono papal era tanto, y el pueblo observando en
silencio so pena de ser torturados y asesinados como herejes, que éste papa,
llamado también Hildebrando y ‘señor de reyes y príncipes’, intentó hacer una
reforma en medio de tanta promiscuidad, homosexualidad, pornografía y
prostitución; declarando que todos los cardenales—quienes estaban en sus posiciones
compradas con dinero—tenían que desde entonces ser célibes. Ese mandato de
celibato y su oposición a que el emperador Enrique IV decidiera vender los
puestos eclesiásticos y tomar las riendas del papado, costó que
Gregorio-Hildebrando fuese arrojado de Roma por el emperador alemán; muriendo
en el exilio por intentar limpiar a Roma un poco.
-Inocencio III (1198-1216): tanto poder
acumuló entre sus manos, que fue el primero en autodenominarse ‘vicario
[suplente] de Cristo’. Según su enferma mente él era también ‘supremo soberano
de la Iglesia y del mundo’, y que todas las cosas en el cielo y la tierra
estaban sujetas a él. Dominó los estados de toda Europa, donde los monarcas
estúpidos y temerosos de ser catalogados herejes, le servían y veneraban tal y
como él lo exigía. Fue quien ordenó las cruzadas—y no por amor a Cristo—sino de
él mismo, como soberano del cielo, teniendo así a su antojo un brazo armado
para amenazar y asesinar. Inventó la falsedad de la doctrina de
‘transubstanciación’. Prohibió que el pueblo pudiera leer la biblia en su
propio idioma, y el que fuera cogido infraganti, debía ser exterminado y
aniquilado como hereje. Sus inventos no cesaron, y fue el que directamente
instituyó de manera oficial, la mentira de que Pedro fue el primer papa.
Los albigenses y cátaros, en el suroeste de
Francia, tenían un error de interpretación de las Escrituras—como hay muchas
sectas hoy—sin embargo, Cristo no envió a asesinar; mucho menos a manos de una
institución tan egomaníaca y sangrienta. ¿Resultado? Asesinaron a miles de
hombres, mujeres, y niños como herejes por no doblegarse a la Roma papal.
Conociendo a la maquinaria sangrienta del papado Romano, posiblemente muchos
eran verdaderos cristianos cansados de la corrupción de ese sistema opresor y
satánico; siendo pues mentirosamente catalogados como ‘herejes’. Los peores
emperadores romanos fueron nada en comparación con este anticristo vestido de
religioso y payaso venenoso.
No le bastó e institucionalizó la
‘infabilidad papal’; y también la Inquisición del maldito Loyola, llamada
disimuladamente: el ‘Santo Oficio’; la cual fue ‘perfeccionada’ por el
siguiente papa Gregorio IX. Probablemente el santo oficio del diablo con
libertad para matar millones de cristianos (como ocurrió desde entonces), en el
nombre de Cristo.
Esa historia se repite hoy y pronto veremos
el zarpazo de Roma disfrazado de amor y paz entre los pueblos y creencias. ¿No
ves cómo los presidentes de naciones, grandes y chiquitas—vestidos de negro—van
al Vaticano a besar el anillo y mano del papa? No seáis ciegos.
-Bonifacio VIII (1294-1303 d.C): éste
corrupto y miserable demonio fue el que firmó y selló la famosa bula ‘Unam
Sanctam’, donde impuso que: ‘Declaramos, afirmamos, definimos, y pronunciamos
que es del todo necesario para la salvación que toda criatura humana esté
sujeta al pontífice de Romano’. Fue a éste a quien el rey de Francia, Felipe el
hermoso, le hizo pagar entonces por tanta fanfarronería.
No hace mucho, en el año 2018, el actual
papa argentino Francisco declaró que la salvación era solo posible a través de
la Iglesia. Este zorro, que manipula sus palabras con sumo cuidado, solo
repitió lo que Bonifacio VIII hace siglos estableció; y por supuesto, para
ellos la ‘Iglesia’ es el nido de pedófilos y bastárdos en la fe donde ellos
residen.
-Juan XXIII (1410-1415 d.C): se hizo papa
comprando su puesto; y fue conocido como el criminal más depravado de su época.
Violó a más de 200 vírgenes, monjas, y mujeres casadas, allí en el trono papal.
Su cuñada era también su amante oficial; y por igual sus actos de sodomía eran
reconocidos por toda la corte eclesiástica, mientras negaba que la vida futura
existiera. ¡Vaya vicario de Cristo!
-Nicolás V (1447-1455 d.C): amador de las
riquezas y el dinero, fue quien autorizó al rey de Portugal para que arrasara
donde pudiera en África, y extendieran el negocio de venta de esclavos.
-Sixto IV (1471-1784 d.C): fue quien decretó
que, como rey del cielo y de la tierra, con dinero él podía sacar almas del
infierno. Una contradicción, pues se supone que el rey de todo, sea también el
dueño de todo el oro del mundo y universo; y por tanto no necesite que nadie le
de unas monedas.
-Inocencio VIII (1484-1492 d.C): adulteró
con tantas mujeres casadas, que se conocía el tener al menos 16 hijos con
ellas. Vendió muchos puestos eclesiásticos, recolectando así enormes cantidades
de riquezas. Nombró Inquisidor General de España al despiadado y brutal Tomás
de Torquemada, quien asesinó miles de cristianos y opositores, a los que
sentenció como ‘insalvables herejes’.
-Alejandro VI (1492-1503 d.C): el hoy
conocido Rodrigo de Borja. Depravado y licencioso hasta decir no más. Compró su
camino al papado y vendió muchos puestos de cardenales; a quienes
posteriormente asesinaba, si intentaban convertirse en opositores de sus
ilegales andanzas. Su principal concubina era la hermana del siguiente papa,
pero se sabe que tuvo muchos hijos ilegítimos, a los que les otorgó puestos
eclesiásticos; aún cuando todavía eran niños. Corrupto, astuto, y asesino.
-Julio II (1503-1513 d.C): éste degenerado
que llevaba el nombre de Cristo en falso, como sus antepasados, vendía las
indulgencias. Imagínese, él también había comprado su camino al trono papal, de
manera que conocía a la perfección el valor del dinero sucio. Estas llamadas
‘indulgencias’ eran supuestos perdones escritos por pecados que hayas cometido
(y así librarte del falso purgatorio), o de los futuros pecados. Así mismo,
como escuchaste—pagando—recibías incluso perdón por pecados que ya podías
planear para el futuro. ¡Vaya desfachatez que nada tiene que ver con las
doctrinas cristianas ni de sentido común! Pero los idiotas nunca han faltado, y
siguen creyendo todavía en posibles indulgencias papales. Cuando el reformador Martín
Lutero visitó el papado romano, éste era el diablillo que se sentaba en el
trono papal, seguido por el papa León X (1513-1521 d.C); bajo el cual la
Reforma comenzó.
-Pablo IV (1555-1559 d.C): aunque llevaba el
mismo nombre del apóstol de los gentiles, nada tenía en común con él. Este comenzó
el reinado jesuita dentro de la autoridad papal; y tan sediento de sangre
estaba que trajo la Inquisición a la mismísima Roma, estableciéndola con edicto
oficial.
-Gregorio III (1572-1585 d.C): éste asesino
brutal no solo instigó la guerra entre Felipe II e Inglaterra. Su satanería
llegó a tal clímax, que cuando llegó a sus oídos la noticia de la matanza de
San Bartolomé, celebró una misa solemne a modo de festejo. En la noche del 24
de agosto de 1572, Catalina de Médicis, reina de Francia y madre de Carlos IX,
para agradar al papa, ordenó la matanza de 70, 000 protestantes hugonotes,
tomados como herejes. Francia estuvo a punto de convertirse en protestante y
librarse de las garras papales; sin embargo, esta bruja de origen italiano,
decidió esa noche y días posteriores, el beber sangre cristiana al dar tal funesta orden. El papa se regocijó
nuevamente, hasta el punto de hacer acuñar una medalla conmemorativa, la cual
recuerde a los asesinos que se han sentado en el trono de la ramera del
Apocalipsis.
-Pío IX (1846-1878 d.C): triste al perder
los Estados Papales bajo la revuelta del pueblo italiano, decretó una vez más
la infabilidad papal. Hizo que sus feligreses en todas las naciones cumplieran
primero la voluntad papal—no la Palabra de Dios—antes de cualquier ley de otro
Estado. No perdiendo tiempo de mostrar lo idólatra que era, fue quien inventó
la ‘Inmaculada Concepción’; en otras palabras: éste fue el inventor de que la
virgen María es una diosa, que nunca dejó de ser virgen, que debe ser adorada
como mediadora entre hombres y Dios; y encima hizo que se constituyeran falsas
reliquias de apóstoles y otros tantos ‘santos’ de su dehesa, las cuales
serían—y lo son hasta hoy—adoradas como vía de recibir bendiciones y salvación;
bajo todo pretexto explicativo. Estuvo en contra de la libertad de prensa,
conciencia; y proclamó su derecho de usar la fuerza papal para reprimir a todos
los herejes que osaran oponérsele. Hizo entender claramente que los
protestantes u otros que no acepten al poder papal como la Iglesia de Cristo,
son herejes y están violando la voluntad del Vicario Mundial, y de los
cardenales; llamados por él como: los virreyes de la tierra designados por
Cristo. ¡Vaya nido de malicias espirituales!
Aquí nos detendremos; puesto que lo demás es
ya historia reciente, como cuando se pusieron del lado de Hitler en tiempos de
la 2da Guerra Mundial, y que denuncia qué tipo y clase de institución es la que
estamos analizando. Como escribimos en nuestra explicación al Libro de
Apocalipsis: millones de cristianos han muerto bajo la espada sangrienta de la
diablura papal. Nido del espíritu del anticristo a través de la historia y
hasta nuestros días.
En el Apocalipsis vemos como el Anticristo
se la echa sobre sus hombros, por una cuestión de conveniencia política y
religiosa, mientras ata sus cabos alrededor del mundo; y se va haciendo su
propia imagen para ser adorada como dios. Una vez que su endiosamiento sea
establecido tal y como él lo planificó, entonces él mismo se deshará también de
la ramera; quitándole su apoyo, en medio de la desesperación del momento y el
disgusto de las naciones.
Siento por ti que has aceptado llamarte
‘católico romano’ y no quieres aceptar estas evidencias. Nada de valor puede
construirse bajo este cielo, sobre tal nefasto y monstruoso fundamento. Y a ti,
hermano cristiano que me lees, ahora entenderás que la Babilonia de
Iraq—desaparecida para siempre como el Verbo de Dios profetizó—nada tiene que
ver con la que el ángel le revela al apóstol san Juan. La de los babilonios
nada tiene que ver con la sangre de cristianos y mártires de la fe. Pero en
ésta romana, con sus catacumbas (antes, y siglos después de Constantino), y
penosa historia, es en la que se cumple lo siguiente:
“Y en su frente un nombre escrito: MISTERIO,
BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS FORNICACIONES Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA
TIERRA. Y vi la mujer embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre
de los mártires de Jesús... Y DESPUÉS de estas cosas vi otro ángel
descender del cielo teniendo grande potencia; y la tierra fue alumbrada de su
gloria. Y clamó con fortaleza en alta voz, diciendo: Caída es, caída es la
grande Babilonia, y es hecha habitación de demonios, y guarida de todo espíritu
inmundo, y albergue de todas aves sucias y aborrecibles. Porque todas las
gentes han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la
tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido
de la potencia de sus deleites” (Apoc 17:5-6; 18:1-3).
¡Maranatha... ven Señor Jesús!
Nota aparte: En el griego original del Textus
Receptus: ‘Madre de las fornicaciones...’, en ésta particular cita del
Apocalipsis, también se traduce como ‘Madre de las prostitutas...’. Todos(as)
quienes se han prostituido con esa Babilonia.
~*~
Para volver a la página de preguntas y respuestas ir/hacer clic aquí:
Enero, 2020