¿Qué es la Iglesia de Cristo?
Primeramente, antes de adentrarnos un poco en
la historia de la Iglesia, daremos el concepto más sencillo acerca de ¿qué es
la Iglesia de Dios? Jesús mismo nos respondió esa pregunta; y como siempre, sin
necesidad de mil palabras:
“Porque donde están dos ó tres congregados en mi
nombre, allí estoy en medio de ellos” (Mt 18: 20).
¡Cuántos problemas y calamidades hubieran sido
evitadas si este concepto afirmativo, proveniente del mismísimo Hijo del
Creador y Verbo de Dios, se hubiese tomado al pie de la letra!
Pero vayamos un poco a algunas de las
profecías del Antiguo Testamento, donde se nos asegura que de toda la tierra y
naciones gentiles, un día el pueblo de Dios—sin ser obligado—crecería hasta ser
uno junto a Israel; y entonces vendría el Juicio Final y comienzo de una nueva
Era, y renovado mundo, para lo cual Yahweh lo destinó y preparó desde el
Génesis.
Ya hemos tratado qué habría sido si Adam y Eva
jamás hubiesen escuchado esa vocesita del diablo prometiéndoles villas y
castillos, autoridad propia, y vida sin necesidad del Creador. Yahweh, en la
omnisciencia de los tiempos, sabía bién que teniendo ambos libre albedrío, Eva
sería cebada ante la codicia, y Adam arrastrado como cordero ciego que se lleva
al matadero; sin embargo, ya Dios nos había preparado un verdadero Cordero: sin
mancha, limpio, inocente, hecho más sublime que los cielos (Heb 7:26),
que un día nos devolvería el calor paternal que se experimenta y siente cuando
descansamos sobre los brazos de nuestro amado Padre celestial, en nuestro andar
y caminar.
“Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu
simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el
calcañar” (Gn 3:15).
Yahweh, ante la presencia de Cristo Jesús y
del Espíritu Santo (Hagámos; Nos: Gn 1:26; 3:22) le hacía ver al
Lucífero de antaño (Satanás) que un día—creyéralo o no él—su primer juicio
llegaría, y como mismo ahora Eva había hecho entrar el pecado al mundo con su
avidez y codicia, a través de otra mujer, esa Serpiente tortuosa e incitadora sería
golpeada en la misma cabeza; puesto que usando su vientre de mujer, vendría en
el futuro aquel Salvador de la humanidad, hecho hombre y humilde de aspecto.
Siglos después una joventica llamada María llamó
la atención de su Creador—El lo sabía antes que ella fuera creada—y no se negó
a ofrecer su vientre para hacer que la Divinidad en forma del Hijo del Hombre,
entrara a este mundo, habitara entre nosotros, y padeciera una muerte
indescritible para aquel, que nunca había cometido pecado. Así y todo, fue esa
muerte la que seguidamente nos trajo la resurreción, y con ello la victoria
sobre la muerte para siempre:
“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh
sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y la
potencia del pecado, la ley. Mas á Dios gracias, que nos da la victoria por el
Señor nuestro Jesucristo” (1 Cor 15:55-57).
Años adelante, y posterior a un abarcador y
completo diluvio universal—mayor que cualquiera guerra mundial—en el que Dios
protegió a su pueblo (pequeño como una verdadera iglesia); la descendencia de
Noé nos trajo al patriarca Abraham, y a este el Verbo de Dios le aseguró que de
él brotaría tallo, y tallos...la Iglesia del Señor:
“Y serán benditas en tí todas las
familias de la tierra... si alguno podrá contar el polvo de la tierra, también
tu simiente será contada... Mira ahora a los cielos, y cuenta las estrellas, si
las puedes contar... Así será tu simiente” (Gn 12:3; 13:6; 15:5).
Nadie imagina cómo y cuánto crecerá la Iglesia
de Cristo durante el Reino Milenario. Nosotros somos los benditos de haber
creído por fe, destinados a ser reyes y sacerdotes para el Padre Celestial (Apoc
1:6; 20:6); pero los que crezcan en ese Reino venidero, tendrán otra
ventaja: la de ser salvos por vista; ya que verán al Hijo de Dios sentado en su
trono desde Jerusalém, viviendo en un mundo de gozo y bendiciones espirituales
y materiales. Le debemos pues parte de eso, a dos santos granos que sembraron
los patriarcas Noé y Abraham, a través de los cuales ya Dios anunciaba su
futura Iglesia y Plan Divino.
Esos fueron verdaderos amigos de Dios; como
todos aquellos que le creemos, amamos, y esperamos en El.
La historia del pueblo de Dios—nuestros
antepasados—siguió a traves de seres tan imperfectos como nosotros: Isaac,
Jacob, Judá, Obed, Ruth, David; y finalmente llegó la hora del nacimiento de
Yeshua, nuestro Redentor Eterno. Cristo no tardó en escoger a nuestros
siguientes patriarcas y co-fundadores de la Iglesia: Simón-Pedro (piedra pequeña), Andrés
(fuerte y viril), Santiago el mayor y Santiago el menor (sostenido
por su talón-como Jacob), Juan (el Señor es misericordioso), Felipe
(amigo de caballos), Bartolomé (hijo de Ptolomeo), Mateo (regalo
de Dios), Tomás (gemelo), Judas Tadeo y Judas Iscariote (Alabado),
Simón el zelote (el que ha escuchado Dios), y el postrero de todos, como
á un abortivo, el apóstol Pablo (1 Cor 15:8), y que significa pequeño,
hombre de humildad.
Judas Iscariote se tomó muy en serio el
significado de su nombre que le pusieron sus padres, y elevado en su propio
ego, no paró hasta el mismísimo infierno porque: “¡ay de aquel hombre por quien
el Hijo del hombre es entregado! bueno le fuera al tal hombre no haber nacido (Mt
26:24). El apóstol Pablo fue, evidentemente, el escogido por Dios para
ocupar la posición vacante entre los doce; aún cuando los otros apóstoles
votaron mucho antes por Matías, para ocupar esa falta (Hch 1:23-26).
Haciendo un punto aparte, ¿qué podemos
aprender de la elección de Matías? Sin dudas que tanto: José, llamado Barsabas, el
cual tenía por sobrenombre Justo, y Matías; eran ambos dos hombres santos, que
amaban al Señor. Por un lado nos muestra que habían muchos otros que no se
mencionan en los Evangelios, los cuales de una u otra forma eran parte de la
compañía de Jesús, y presenciaron todo su ministerio y milagros. Y por otra
parte, aún cuando todos los apóstoles oraron y con seguridad asumieron que el
Espíritu de Dios habría escogido a Matías, no era exactamente lo claro y correcto;
es decir, lo que Dios tenía preparado en su Omnisciencia Divina. Y a veces es
así: creemos lo incorrecto, y asumimos que viene del Espíritu Santo del
Altísimo.
No es fácil admitir a un perseguidor a muerte
de la Iglesia como apóstol, y eso nos hace entender el hecho de que los judíos
cristianos de Jerusalém miraban a Pablo con un poco de reojo, o al menos en
guardia y atención; pero ese es el milagro que el Señor hace en nuestras vidas,
en las de muchos, y sigue obrando Hoy. Se le apareció en forma especial
al futuro apóstol de los gentiles—el león de Tarso—quien revolvió ciudades y
pueblos del Imperio Romano con el Evangelio de Cristo, dirigido a los gentiles.
Es Lucas el Evangelista, en el libro de Hechos
de los apóstoles, quien continúa esa historia de la Iglesia de Cristo que no ha
parado hasta nuestros dias. El, Jesús, nunca mandó edificar enormes edificios
(que un día estarían destinados al fuego... pronto), ni añadirle caras
alfombras y todo un show musical desde un escenario planificado. No; nuestro Redentor
llamó a reunirnos como familia cristiana, de casa en casa, de pueblo en pueblo,
cantando himnos espirituales, en el amor fraternal (Efe 5:19). Tampoco
quiso que unos fueran de Pedro o Pablo, otros Ebionitas, Nicolaitas, Maniqueos,
Arrianos, Apolinaristas, Nestorianos, Cutiquianos, Monofisistas, Montanistas, Anabaptistas,
Pentecostales, Adventistas, Anglicanos, Puritanos, Cuáqueros, Bautistas,
Metodistas, Calvinistas, Luteranos... y ¡Uff...Ahhj!... la lista sería
interminable si seguimos hasta nuestros días; porque aún otros nuevos surgen, y
el dinero ahora es la causa primordial para justificar otro edificio, y otro
plato que en nada se parece a un gazofilacio.
Me preguntarás: ¿no crees que todas esas
instituciones han hecho mucho bien y llevado el Evangelio a diestra y
siniestra? Muchos en esta vida, desde la partida de Yeshua de Nazaret, han
hecho por el Evangelio; sí, pero no más que los doce apóstoles a pie, sin
automóviles ni aviones, sin celulares ni internet, y constantemente bajo
presión, pobreza y persecusión... Ten mucho cuidado al preguntar amigo, que
Dios te puede responder de mil maneras.
A la algarabía de luchas entre grupos, sectas
y persecuciones del Imperio Romano anticristiano, la Iglesia de Cristo tuvo que
padecer por otros mil y tantos años, después de la conversión del emperador romano
Constantino; con la progresiva formación—siglo tras siglo—de un aparato de
represión, odio, y ola de asesinatos a manos de la brutal maquinaria papal... y
todo supuestamente ‘en el nombre de Cristo’. Siglos siguientes, en el año 832
d.C un hermano cristiano llamado Claudio de Turín, se levantó con grito de
reformista para denunciar la corrupción papal y su diabólica idolatría. En el 1110
d.C los Petrobrusianos también intentaron reformar en Francia. Arnoldo de Brescia
(1155 d.C) protestó contra la putrefacción de la iglesia de Roma, y el papa
Adriano IV lo mandó a ahorcar junto a otros tantos. Los Albigenses y Cátaros
intentaron en el sur de Francia, norte de Italia y de España gritar: ¡basta! por la inmoralidad y derramamiento de
sangre del clero papal entre otras cosas, y en el 1208 d.C el papa Inocencio
III declaró otra cruzada contra ellos, y miles de cristianos más fueron
asesinados, no importando si eran ancianos, hombres, mujeres o niños. Los Valdenses
en el sur de Francia, España y norte de Italia hicieron lo mismo. Petrarca
(1304 d.C), Juan Wyclif (1304 d.C), Juan Hus (1369 d.C), Savonarola (1452 d.C),
los Anabaptistas en Alemania, Holanda y Suiza, durante la Edad Media. Erasmo
(1466 d.C), un escritor sabio y crítico implacable de la Iglesia Romana, Pedro Martínez de Osma
(1480 d.C), y finalmente Martín Lutero
(1483-1546 d.C), terminaron por hacer explotar la Reforma Protestante,
liberando a gran parte del mundo de la cruel tiranía papal; denunciando los millones
de asesinatos de verdaderos cristianos, y crímenes cometidos desde su oscura
fundación.
La historia moderna de la iglesia cristiana
visible y protestante ha estado también plagada de imposiciones, atracos,
abusos, y tergiversaciones de la Verdad escrita. Hoy más que nunca enfermada
con una gran apostasía como el apóstol Pablo profetizó para estos dias (2
Tes 2:3), adorando a Mammón (Mt 6:24) y haciendo de los cultos
cristianos shows artísticos musicales para atrapar la imaginación y emociones
de sus feligreses; y seguidamente agarrarlos con su afamado y público
latrocionio.
Como ves, dijimos que esa era la iglesia
visible; porque la verdadera Iglesia Cristiana Invisible, se mantiene firme
llevando por el mundo, y con sus escasos recursos, el Evangelio de su Señor y
Maestro; en sus almas, mentes y corazones. Miles de cristianos siguen siendo
asesinados hoy por un mundo inmoral y endiablado: sus cabezas son cortadas y
cuerpos quemados, sus casas destruidas, perseguidos, agobiados, abusados,
soportando injusticias y vertiendo lágrimas amargas, en completo—pero
santo—anonimato.
Con todo, sus lámparas permanecen llenas de
aceite (Mt 25:1-12), sabiendo que las Bodas del Cordero Divino se
acercan (Apoc 19:7-9), y como él bién dijo:
“... edificaré mi iglesia; y las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16:18).
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Enero, 2020