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Canto profético de Moises.


Terribles palabras pronunciadas por el Espíritu Santo contra aquellos que van tras la religión inanimada, adorando ídolos, imágenes, falsas idolatrías y filosofías abstractas, todo lo cual produce impiedad. Dios los conmina a que sus falsos dioses le revelen el futuro o le curen sus almas, y en una ira que podría parecer despiadada—sabiendo que proviene de un Dios de amor que nos creó y se dió a sí mismo por nuestras transgresiones—nos anuncia el día final en que como cirujano que no le queda más remedio, quitará el cáncer que ha plagado la historia humana desde el comienzo hasta el final. Y tú, amigo lector, tómate tu tiempo y lee e investiga qué ha sido de la historia humana desde esos días en que Moisés profetizaba al futuro hasta hoy: el hombre no ha cesado en guerras, envidias, alegrías pasajeras, hambres en el mundo por mala distribución de las riquezas, robo de poderosos contra ignorantes, privilegios para unos y miseria para un resto (justificadas e injustificadas), confección de armas nucleares de destrucción masiva, biológicas y químicas.

Leyes que pavonean a una minoría mientras la mayoría es alimentada de entretenimientos y falsas esperanzas. Indague cuántos niños mueren de hambre y enfermedades fácilmente curables en nuestros días, inclusive en esta época de grandes adelantos científicos y tecnológicos como estaba profetizado que sucedería por boca del profeta Daniel (Dn 12:4). Cuántos dictadores manipulan a sus pueblos y los someten, como bestias humanas, a cárceles visibles en unos casos, y cubiertas en otros con la ideología del engaño. Miremos las estrellas a nuestro alrededor, el bello mundo natural que nos rodea, los procesos físicos perfectos que nos permiten la vida en este planeta azul, y nos daremos cuentas que el Creador no tiene comparación, nos ha entregado la vida en abundancia y su gracia dorada; sin embargo, como animales rabiosos no hemos sido capaces de vivir en sociedad por períodos largos en nuestra historia, siempre vagueando entre poderosos y débiles, dignos e indignos, inteligentes e ignorantes, clases altas y bajas, pudientes y miserables; en fin, no culpes a Aquel, que te entregó un jardín terrenal que produce variados colores y vida sin cesar si lo cuidas, y te prometió igualmente una vida física y espiritual eterna, de calidad en consonancia si solo lo buscares de corazón, y no te aferraras a tantas vanas filosofías, cultos diabólicos e idolatrías malsanas, que él nunca os proveyó. Una vez que analicemos todo ello sin prejuicios, entonces entenderemos a este Cirujano Celestial que constantemente nos anuncia sobre un dia—ya cercano—en que el cáncer terrenal será extirpado para siempre jamás.


El legislador del pueblo hebreo no se detiene y pronuncia a su vez un horizonte, en que una vez arrancado ese cáncer espiritual, se haría realidad esa ley que ahora se les administraba para su gloria futura; porque "aún amó a los pueblos. Todos sus santos en tu mano: ellos también se allegaron a tus pies; recibieron de tus dichos” (Dt 33:3). Aquí Moisés bendice al pueblo de Israel y en una mirada profética anuncia sobre los santos de otros pueblos: “Llamarán los pueblos al monte; allí sacrificarán sacrificios de justicia” (Dt 33:19) que recibirán los dichos y Palabra de Dios, y se postrarán ante Dios para glorificarlo y ensalzarlo. Así ocurrió también 1500 años más tarde con todos los que, entre judíos y gentiles, se unieron a la Iglesia de Jesucristo (Hch 2:41,47; 5:14; 1 Tim 3:16).