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Babilonia es pisada por los Medos.
¿Puede un hombre revelar algo así, doscientos años antes de que ocurriera, si no estuviera inspirado por el Espíritu Santo de Dios? ¿Entonces por qué no creer a todas sus profecías y no solo las que nos convienen, las que no nos hacen estremecer? Es increíble ver cómo el mundo se va tras las vagas conclusiones—porque no se les pueden llamar profecías, sería un insulto a los verdaderos profetas—de Nostradamus y cuanto astuto ha caminado en son de visionario por sobre la tierra de los vivientes; sin embargo, estos hombres de Dios que no cesaron de revelarnos: la historia por ocurrir, la justicia de Dios, el juicio de las naciones, y el advenimiento del Redentor de la humanidad, los ignoramos totalmente; mientras nos entretenemos en indagar minuciosamente sobre la vida de los ahora llamados “superestrellas de Hollywood”. Es una gran pena, y muchos se acordarán—ya tarde—de nuestras amonestaciones.
Hoy más que nunca sabemos que esta profecía de Isaías se cumplió al pie de la letra, porque los siglos han transcurrido, e imperios han llegado y se han esfumado; sin embargo, Babilonia nunca volvió a resurgir, mucho menos con su esplendor, sino que ha sido montón de ruinas, nido de bestias, hurones, búhos y chacales (v.21-22 ); cuando era una hermosa, inmensa, bella e idólatra ciudad que desapareció totalmente—contra todas las predicciones de su época que la imaginaban invencible—de la faz de la tierra: castigada por su soberbia, orgullo, injusticias, paganismo, y culto a las riquezas, olvidando al Creador de ellas.