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Jeremias observando el futuro.

Profetas Mayores del Antiguo Testamento en Alejandro's Libros



Los profetas Habacuc, Sofonías, y Nahúm coincidieron en vida en la época de Jeremías, más o menos; y el profeta Abdías tuvo su ministerio cuando estos profetas eran ya bien conocidos. El nombre de Jeremías significa “Yahweh Dios levanta” y era hijo del sacerdote Hilcías, benjaminita. Cuando Dios lo llama a su temprano ministerio, el joven le declara su inexperiencia para ejercer el discurso oral o escrito, y Adonai—el Señor—le inviste con el poder del Espíritu Santo quien lo acompaña durante su trágica experiencia; siendo igualmente burla y asombro de sus coterráneos; perseguido, amenazado a muerte y encarcelado por su sociedad y gobernantes. Siempre los que gobiernan las épocas, afanados y ocupados en sus egomanías y autosuficiencias destructivas; deploran escuchar nada de Dios, menos aún si son juicios escalofriantes.


Tal como ayer, Jerusalém—hoy—volverá a ser causa de angustias y piedra de tropiezo para las naciones de la tierra que se lancen contra ella (Zac 12:3). Es interesante ver cómo naciones árabes y musulmanes quieren reclamar a Jerusalém como parte de sus sitios históricos y religiosos dignos de ser adorados; no obstante, en el Corán que fue escrito más de 600 años después de Cristo, no hay siquiera una mención de la ciudad de Jerusalém relacionada con los musulmanes o con nadie. No existe, no hay mención de Jerusalém en el Corán, ni una vez; sin embargo—y por el contrario—en las Sagradas Escrituras, solo en el Antiguo Testamento hay 657 menciones de la ciudad de Jerusalém; y en el Nuevo Testamento hay otras también 154 citas de la ciudad santa de Jerusalém. Entonces, ¿A quién ha pertenecido Jerusalém durante 3000 años por decreto divino?



Este último y definitivo exilio (587 a.C) que fue acompañado por la destrucción y quema de la santa ciudad de Jerusalém, trajo la ruina y larga aflicción para la nación de los judíos. Baste leer el libro del profeta Jeremías “Las Lamentaciones”, para comprender el angustiado llanto del hombre de Dios (Lm 2:11-12) mientras veía desfallecer a los niños por el hambre, viendo a los jóvenes y viejos que yacían por tierra en las calles, contemplando también a sus vírgenes y pueblo en general que habían sido muertos a cuchilladas (Lm 2:19-21). ¡Cuánta lamentación y llanto!, y todo por sus abominaciones, idolatrías (Jer 5:19) e injusticias (2 Ry 24:3-4); por la vanidad de sus líderes políticos y religiosos (Lm 2:14), y también por su maldad ilimitada y caminos inmorales de espaldas al Creador Dios y sus estatutos (Jer 5:23-31).


(Leer también el libro del autor titulado 'El gran pacificador del Infierno', donde se recrea en forma de narrativa los acontecimientos finales, y escritos titulados 'El profeta Ezequiel: Gog, Magog, y la Tercera Guerra Mundial'; junto a 'El profeta Daniel: los últimos Cuatro Imperios de la humanidad').