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El joven Samuel.

Profetas Menores del Antiguo Testamento en Alejandro's Libros



Y si hablamos de humanidad debemos ver su lado terrenal, de barro frágil, del que todos padecemos como mortales. Hoy vemos tantos supuestos hombres de Dios que pregonan públicamente ser perfectos, sin problemas familiares o sociales, y más santos que san Juan el Bautista; sin embargo, por más que indagamos en la Historia Sagrada, y no la escrita por diferentes instituciones religiosas, vemos a todos estos elegidos de Dios lidiando con problemas comunes y corrientes que todos, de una u otra forma, padecemos. Así vemos a Samuel, quien con seguridad era un hombre valeroso y decidido (1 Sam 15: 32-35), en cierto momento y ya anciano, aparentemente temió al ya convertido en soberbio rey Saúl, a quien él mismo lo había ungido y hecho persona de renombre (1 Sam 16: 1-2); a su vez es un hecho que los hijos de Samuel fueron unos impíos avariciosos que pervertían el derecho del pueblo (1 Sam 8: 1-5), aunque no se nos menciona claramente quién fue la madre de los muchachos.

Todo ello nos debe llamar a sentar pautas antes de juzgar a un hombre de Dios por aparentes fracasos que lo rodeen; y Samuel fue uno de los hombres de Dios más justos y honestos que Dios ha puesto sobre esta tierra (Sal 99:6; Jer 15:1). ¡Ten cuidado cuando juzgues! Recuerda las palabras que Dios le dijo al profeta Samuel cuando buscaba entre los hijos de Isaí quién sería el próximo rey a ungir, entre los hijos de Israel, suerte que finalmente cayó sobre el entonces futuro rey David; sin embargo, escuche lo que Yahweh le dice a su vidente, mientras se admiraba ante la majestuosa y carismática apariencia física de uno de los hijos de Isaí: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Dios mira no lo que el hombre mira; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, mas Yahweh mira el corazón” (1 Sam 16:7).