Aaron y el testimonio de sus hijos.

“Y las vestimentas santas que son de Aarón, serán de sus hijos después de él…para ser con ellas consagrados. Por siete días las vestirá…al tabernáculo del testimonio a servir…por siete días los consagrarás…por siete días expiarás el altar y lo santificarás…”

(Ex 29:29-30, 35, 37)

Santificar significa: apartar para el servicio a Dios; consagrar a una persona, cosa, o grupo para una misión específica que requerirá sacrificios de generación en generación; constancia, paciencia y perseverancia, no importa las consecuencias o atribuladas tormentas que surjan en el camino.

El sacerdote Aarón y sus hijos—representando a Israel—eran así consagrados delante de Dios para servir por 7 tiempos o milenios (7 días celestiales), en prestar un servicio a Dios que sería de beneficio para toda la humanidad.

Se repite el Sistema del 7, señalándonos siete tiempos sobre la humanidad; pero aquí nos especifica que durante todo ese tiempo, la descendencia de Aarón serviría de testimonio al mundo.

Así ha sido, porque a través de ellos—el pueblo hebreo—nos llegó la palabra de Dios, sus promesas, sentencias; y testimonios siguen siendo un reflejo del cumplimento de la Historia Sagrada, que aún continúa su curso hasta la consumación de los tiempos y las épocas.

Unas veces nos ha parecido que ellos no han sido dignos de tal encomienda, pero lo cierto es que lo que para nosotros es sublime, puede ser abominación para Dios (Lc 16:15); igualmente Dios por lo general humilla al que se cree mejor con el que es tomado como nada; y de ahí que le dice a Israel que no había sido escogido por ser los mejores—sino todo lo contrario—un grupo entonces insignificante ante el mundo circundante (Dt 7:7); compuestos en cierto momento solo por setenta personas necesitadas que descendieron a Egipto (Dt 10:22); sin embargo, ahora santificados para preservar las Santas Escrituras durante los milenios que se avecinaban, como guardianes del proyecto que sería revelado por el Creador.

En Israel vemos la composición y naturaleza del humano, y su relación con ese Creador de los cielos y la tierra. Siempre rebelándose, yendo contra su voluntad, creyéndose único y por tanto creando envidia en sus contorno—muchas veces injustificada—azuzando así a los bárbaros de la violencia y la matanza. No obstante, Dios ha estado con ellos por la promesa hecha a Abraham—porque Yahweh no rompe, como los humanos, sus promesas y pactos—y todavía tendrá misericordia de ellos, visto por el apóstol Pablo cuando nos predijo, mientras habitaba entre nosotros:

“Porque no quiero hermanos que ignoréis este misterio, para que no seáis acerca de vosotros mismos arrogantes: que el endurecimiento en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo; como está escrito: Vendrá de Sión el Liberador, que quitará de Jacob la impiedad; y este es mi pacto con ellos cuando quitare sus pecados”.

(Rom 11: 25-27).

Como vemos en el libro de Apocalipsis 144 000 de ellos (Apoc 7: 3-8), representando a la semilla de Jacob que posteriormente florecerá en abundancia, serán convertidos y agregados al pueblo todo de Dios, al Israel de Dios que no distingue razas, sino credo (Gal 6:16); porque el Señor siempre tiene un remanente de entre sus escogidos (Is 37: 31-32), y los que son hijos de la promesa son también contados en la generación (Rom 9:8).

La historia de Israel ha sido marcada con dolor; sin embargo, la palabra de Dios, que es viva y eficaz y más penetrante que toda espada de dos filos (Heb 4:12); nos revela que el dolor que proviene de él genera arrepentimiento que obra salvación, en contraste con el dolor que nos acecha en este siglo humano, conducente solo a la muerte sin esperanza, al pasaje a un mundo oscuro de indescriptible sufrimiento del cual no hay posible retroceso—al menos a corto plazo (2 Cor 7:10).

Aarón y sus hijos, entre rebeliones y llantos, han logrado conservar su linaje, preparar el camino para el nacimiento y advenimiento del Señor Jesucristo, y conservar las Sagradas Escrituras como guía y testimonio a las naciones; y por ello, le estamos eternamente agradecidos.

[Esta y otras profecías del Pentateuco están explicativamente recopiladas en el libro del autor titulado: Profecías en el Pentateuco; impreso y electrónico]

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