El hombre de Dios Joel profetizó alrededor de los años 840-830 a.C bajo el reinado de Joacaz en el norte de Israel, y Joas en el sur. Debido a que en su libro no escribió la fecha de su ministerio, se piensa que vivió durante esa época al tener en cuenta que no hace mención a los Imperios Mundiales. Estos son traídos a las Sagradas Escrituras solo cuando amenazaban la existencia del reino israelita, y como el profeta no se refiere a ellos—entre otros hechos—nos hace prever que vivió en el tiempo cuando aún los asirios no eran una amenaza para la nación.
Estruendo de carros, tanques, ataque coheteril, submarinos, aviones supersónicos, y cuanto medio de destrucción moderno sea empleado en esa conflagración mundial (v.4-11) que estremecerá no solo la tierra sino también los cielos, porque una vez que Dios sepa que se les ha ido el pudor y la templanza de la mano a los hombres—como en tiempos de Noé—intervendrá directamente, y “el sol se tornará en tinieblas y la luna en sangre” (2:30-31).
Esa Tercera Guerra Mundial hará juntar y congregar en asociación a muchas naciones (3:2, 9-14) en el Valle de Josafat—o Valle de la Decisión—y desde donde se toca esa trompeta que anuncia la guerra de las guerras: “Pregonad esto entre las gentes, proclamad guerra, despertad a los valientes, lléguense, vengan todos los hombres de guerra…juntaos y venid gentes todas”.
(Leer también los escritos titulados 'El profeta Ezequiel: Gog, Magog, y la Tercera Guerra Mundial'; junto a 'El profeta Daniel: los últimos Cuatro Imperios de la humanidad').