No solo la ley es santa y el mandamiento incorruptible, y por tanto imposible de cambiar o ‘transformar” al tener un origen Divino; sino que Jesús personalmente nos advierte que “cualquiera que infringiere uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos” (v.19).
Es cierto que la Salvación es por gracia y no obras que podamos contar a nuestro favor (como pecadores que somos); porque solo la gracia nos llena de su Espíritu y regenera nuestras almas encaminándolas por el crecimiento escalonado, pero no hablamos de salvación, sino de instrucción; porque el humano no es un robot, sino un ser hecho a imágen del Creador, proveído de una mente que debe ser instruida en el conocimiento de las Santas Escrituras y del quehacer de la vida.
Es cierto que la Salvación es por gracia y no obras que podamos contar a nuestro favor (como pecadores que somos); porque solo la gracia nos llena de su Espíritu y regenera nuestras almas encaminándolas por el crecimiento escalonado, pero no hablamos de salvación, sino de instrucción; porque el humano no es un robot, sino un ser hecho a imágen del Creador, proveído de una mente que debe ser instruida en el conocimiento de las Santas Escrituras y del quehacer de la vida.