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Quitará el pecado de la tierra en un dia.

Profetas Menores del Antiguo Testamento en Alejandro's Libros


El profeta Zacarías ejerció su ministerio en el mismo tiempo que su compatriota Haggeo (520-516 a.C). Su nombre significa “Yahweh se ha acordado”; y es como una premonición de las obras que el Señor haría en el futuro mostrándonos que nunca se ha olvidado de nuestra caída y que su Plan marcha empinado hacia la gran meta final. Ese Final que encierra en sí mismo un nuevo comienzo, pero partiendo desde un estado de madurez y experiencias diferentes al encuentro del jardín del Edén, cuando la carrera adámica comenzó su conteo. El profeta—hijo de Iddo—era descendiente de la tribu sacerdotal levítica (Neh 12:4; Esd 5:1; 6:14), donde las tradiciones no solo se transmitían a través de las Sagradas Escrituras, sino también como costumbre familiar en el ministerio que se les encomendaba.




He aquí yo traigo a mi siervo el Pimpollo” (v.8); a Cristo Jesús, el vástago o renuevo que brotaría del troco familiar del otrora rey David según la carne, como el profeta Isaías anunció siglos antes cuando certificó observando el futuro que: “un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro, y llamaráse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán término…en justicia desde ahora y para siempre…y reposará sobre él el espíritu de Yahweh; espíritu de sabiduría y de inteligencia…espíritu de conocimiento…y harále entender diligentemente…” (Is 9:6-7; 11:1-2). Es el Verbo y Sabiduría de Dios anunciada por estos varones del Altísimo insistentemente, para que no dudáramos y nuestra esperanza no fuera fundada en filosofías inconclusas, estructuras humanas, o miedo a la muerte.



El profeta Zacarías nos habla de Josué, el Sumo Sacerdote de entonces, quien en esta profecía es un simbolismo de Cristo Jesús: Sacerdote Eterno según el orden de Melquisedec (Heb 5:5-6). Josué seria encargado de velar por la reconstrucción el Templo de Jerusalém, obra que concluyó posteriormente en el 516 a.C. Ese es el simbolismo mayor que se acercaba en la historia con la obra redentora de Jesús en el Calvario, desde donde se levantó el Templo Espiritual (su Iglesia) lleno de gloria (6:12-13), aunque su Luz no dominará plenamente hasta que asiente su Trono Milenario (Mt 19:28; Apoc 20:4-6) del cual el profeta también nos predice en el transcurso de su ministerio. Y este sacerdote junto al líder Zorobabel representan a ese Hijo que entrega el reino a su Padre Santo (1 Cor 15:24-28) una vez concluido el Milenio (Apoc 22:3), brillando y quedando como su Sacerdote Eterno.